Maradona y la revancha celestial

 

RESUMEN DEL LIBRO

Después de haber vivido una eternidad sin sobresaltos, sin aviso previo y sin decir agua va, a la Deidad Suprema de los cristianos se le movió el piso. Eso ocurrió a mediados del año dos mil dieciocho cuando en el Cielo se produjo una verdadera hecatombe que alteró para siempre la vida de ese idílico lugar. Para cuidar su imagen ante el entorno olímpico intergaláctico, la Deidad debió hacer concesiones a los celestiales que lideraron esa revuelta, es decir a los chilenos.

Por si las moscas, la Deidad siempre estuvo observándolos y al comenzar el año 2022 concluyó que ya se habían aquietado las aguas, una poderosa razón que lo motivó a hacer uso de sus merecidas vacaciones. Siguiendo la moda eligió un exclusivo resort ubicado en uno de esos exóticos exoplanetas que en el mapa intergaláctico se emplazan mucho más allá de los agujeros negros. Estando en ese paradisiaco destino, San Pedro interrumpió su descanso para informarle de un nuevo e inédito trastorno. El Pelusa, o sea Diego Armando Maradona, había revolucionado el ambiente deportivo, las mansas ovejitas de nuevo se habían sublevado y como si nada organizaron una Copa América, un evento que terminó en una batalla campal cuando se definía al país ganador. La noticia lo obligó a regresar en un santiamén a ese dominio, pero como en todas partes se cuecen habas, el muy malvado de Satanás ya había disparado un misil con la noticia hacia el resto del orbe intergaláctico Interestelar y esa copucha ya era el comidillo del día entre sus pares.

Una Deidad debe ser misericordiosa a todo evento y con tal de no ensuciar su currículo, resolvió procesar a los culpables en un juicio público. Designó a San Expedito como Perito Inquisidor y éste al escarbar descubrió que lo acontecido en el estadio no era más que un pelo de la cola, pues debajo de la alfombra había mucha mugre acumulada y ésta la habían dejado ahí unos personajes del círculo de hierro de la Deidad. En esa encrucijada, el Tribunal Supremo Celestial debió procesar y sancionar a los verdaderos responsables, absolviendo de paso a los deportistas, toda vez que se comprobó que el destino les puso de nuevo en sus manos un manjar irresistible, la manzana prohibida.

Como era de esperar, nuevamente la Deidad autorizó que dos chilenos fueran abducidos y llevados al Cielo para reportear el juicio a estos deportistas.